Conferencia presentación del libro:
“EL REAL COLEGIO DE ARTILLERÍA Y EL
COLEGIO-CONVENTO
DE SAN LAUREANO DE SEVILLA”
En:
REAL CÍRCULO DE LABRADORES, Sevilla, 12 de mayo de 2015.
MUSEO HISTÓRICO MILITAR, Sevilla, 15 de mayo de 2015.
Por:
Guillermo Frontela
Carreras
Coronel de Artillería
El pasado 14 de marzo se
celebró el Bicentenario del Real Colegio de Artillería en Sevilla. Fue un
emotivo acto, organizado por la Academia de Artillería, en el que colaboraron
activamente el RAAA nº 74, la AAMU (Asociación Andaluza de las Milicias
Universitarias) y la Comunidad de Propietarios San Laureano.
El acto se desarrolló en
el lugar de los hechos, el patio de la Comunidad de Propietarios San Laureano,
donde se ubicó el Colegio Convento de San Laureano, sede temporal del Real
Colegio de Artillería en 1809.
Estaba destinado a
conmemorar un hecho de gran transcendencia histórica, dejando constancia del
mismo con el descubrimiento de dos placas conmemorativas.
Una en el lugar de los vestigios del Convento
de San Laureano destinada a recordar la gesta protagonizada allí por el Real
Colegio.
Otra, en el exterior del
edificio para recordar la secuencia de acontecimientos históricos que allí se
produjeron.
A continuación se
proyectará un extracto de una película del acto.
Asimismo,
con motivo de este evento, y producto de un laborioso trabajo de investigación
en diversas bibliotecas y archivos, principalmente en el Provincial de Toledo,
General Militar de Segovia, Histórico Nacional de Madrid e Históricos Provincial y Municipal de Segovia,
ha visto la luz la obra: EL REAL COLEGIO DE ARTILLERÍA Y EL COLEGIO-CONVENTO DE SAN LAUREANO DE SEVILLA,
que hoy tengo el gusto de presentar.
El
establecimiento del Colegio de Artillería en San Laureano es uno de los muchos hechos
históricos que acontecieron en tan emblemático lugar, parte esencial del
arrabal de los Humeros de la milenaria Ciudad Hispalense.
Arrabal, cuya topografía comienza a perfilarse
en el siglo XII, cuando la construcción de la Puerta de Goles define sus
límites y permite la continuidad de la antigua vía romana, que comunicaba
Sevilla con la vega de Triana por el vado del Guadalquivir.
Estos
terrenos extramuros estaban ocupados por una serie de huertas islámicas,
comenzando a ser explotados agrícolamente tras la conquista de la ciudad por
tropas cristianas.
Su
reunión en una única propiedad origina que en la zona campestre contigua a la
muralla, a las afueras de la Puerta de Goles, se formara un basurero de grandes
dimensiones con los desechos de la ciudad, llegando su altura a alcanzar una
cota próxima a la de las almenas de la muralla en el siglo XV.
Esto
origina la primera ocupación espontánea y temporal, con motivo de la gran riada
de los años 1434 y 1435, al buscar refugio en su cima un grupo de personas, improvisando
un campamento.
A
este primer conato de asentamiento inestable le siguió otro de carácter estable
e industrial, al instalarse un molino de trigo en 1455, aprovechando el mayor
empuje del viento en lo alto del montículo.
En
1526 el Cabildo Municipal clausura el muladar y se lo cede a Hernando Colón,
hijo natural del célebre descubridor (Cristóbal Colón y Beatriz Enríquez de Arana), para
que edifique una casa sobre él.
A
mediados del siglo XVI el heredero de Hernando vende las huertas y las casas y
a principios del XVII la Orden de la Merced comienza la construcción del
Colegio de San Laureano.
En
este óleo de
Sevilla vista desde Triana, de mediados del siglo XVI. A la izquierda de la
puerta de Goles se aprecia la casa de Hernando Colón en construcción sobre un
montículo.
Existe un Grabado de Sevilla del
siglo XVI, posterior, en el que a la izquierda de la Puerta de Goles se ve la casa
de Hernando Colón ya terminada, adosada a la muralla, sobre una elevación del
terreno, con vistas a toda la ciudad.
Era
un palacio con dos plantas, constituido por un único edificio de traza italiana
y estilo renacentista.
Poseía
una grandiosa biblioteca, formada en base al legado bibliográfico heredado de
su padre, considerada el embrión de la futura Biblioteca Colombina, llegando a
reunir cerca de 20.000 volúmenes.
Delante se aprecian varias
casas de menor envergadura.
Hay otra vista de Sevilla, esta
de finales del siglo XVI, en la que tras un arenal desierto aparece la puerta
de Goles, minuciosamente
representada, y a su izquierda la casa-
palacio de Hernando, flanqueada por varios edificios de menor porte, delimitada
por la muralla y por una tapia que sigue el contorno de la ribera.
Colón
transforma el muladar en un vergel, incorporando a su huerta de verduras y
naranjos muchas especies exóticas procedentes de América. Con ellas organiza un
espléndido jardín botánico con más de 5.000 árboles, primorosamente ordenados
en sus calles, con una cortina de cipreses al fondo.
A
la muerte de Hernando, como su hijo Luís era menor de edad, la herencia es
administrada por su madre, María de Toledo, quien pleitea mucho tiempo con los
acreedores de su padre.
Como
María no cumple los deseos del testamento, que dejaba como beneficiario, en
caso de su renuncia, al Cabildo Catedralicio, este pleitea y se queda con la
biblioteca.
Por
otro lado, en 1549 los banqueros Pero
Juan Leardo y su yerno Antonio Farfán de los Godos adquieren
las huertas y las casas.
La
ciudad prospera al suprimir el voluminoso basurero, que tanto afectaba a la
salud del barrio y a la seguridad del recinto amurallado, llegando este
emplazamiento en 1570 a convertirse en el acceso principal de la ciudad, cuando
la Puerta de Goles pasa a denominarse Puerta Real en homenaje a la entrada por
ella del rey Felipe II.
Este
año Farfán como único propietario, arrienda parte de la casa principal con sus
jardines, corrales y caballerizas al genovés Tomás
Pezaro,
quien monta una fábrica de la famosa cerámica tipo italiano de vajilla fina.
Tres años después Pezaro subarrienda la ollería a otro artesano productor de
loza de estilo talaverano.
Hacia
1587 la Hermandad del Santo Entierro arrienda las principales antiguas
propiedades de Colón.
En
el grabado de la vista de Sevilla, de 1617, se aprecia el Colegio de San
Laureano al principio de su construcción.
La
Orden de la Merced había tomado posesión del lugar en 1601, fundando su Colegio
los frailes Francisco de Beaumont y Alonso Henríquez de
Toledo,
bajo la advocación del obispo sevillano San Laureano, inaugurando las obras,
que se alargarían más de un siglo
En este bonito cuadro de Sevilla de 1660, atribuido a
Martínez del Mazo, podemos apreciar el Colegio de San Laureano en avanzado
estado de construcción.
Hay otra bonita vista de Sevilla desde Triana, que
data 1726, en la que pueden percibirse, a la izquierda, el Colegio y el
Convento de San Laureano ya terminados.
El
Convento presentaba una esplendida estructura italianizante, con un esbelto claustro
principal, con seis arcadas por frente, columnas de orden toscano, realizadas
en mármol blanco y capiteles rematados por cimacios.
En
1766 desaparece el Colegio de San Laureano, a causa de la reducción de los
religiosos, pero no lo hacen sus instalaciones, que serían ocupadas cuatro
décadas después por otro Colegio recientemente inaugurado.
Se
trataba del Real Colegio de Artillería, considerado
el centro de formación de oficiales en activo más antiguo del mundo, que
dos años antes (16 de mayo de 1764) abría
sus puertas en el Alcázar de Segovia.
Pronto
se convertiría en uno de los centros docentes más modernos de Europa, gracias
al alto nivel de sus planes de estudios, al empleo de un selecto profesorado,
entre los que se encontraba el eminente químico don Luis Proust, y a una
esplendida disponibilidad de medios para la enseñanza, en los que destacaba su
importante biblioteca, con fondos de todas las ramas del saber
científico-técnico de su época.
El
Centro culmina su prestigio en 1792 con la inauguración de
un Laboratorio de Química y la implantación de una cátedra de esta ciencia,
destinada a instruir en Química y Metalurgia a los oficiales artilleros,
fomentar la industria tintorera y formar fundidores para las fábricas del Cuerpo de
Artillería.
Su
prestigio era incuestionable y en 1808 su labor no podía interrumpirse con la
necesidad de oficiales que existía para incorporarse a los Ejércitos
contra el invasor.
Por
eso, el 14 de marzo de 1809 usaría temporalmente San Laureano para continuar su
labor docente, en tanto la ocupación francesa le impidiese volver a su Segovia
natal.
De
las instalaciones del Colegio-Convento de San Laureano, afortunadamente, en la
actualidad, se conservan algunas arcadas del claustro conventual en la
Comunidad de Propietarios San Laureano y su Iglesia contigua.
La trascendencia
histórica de este hecho se mostrará a continuación:
El 1 de diciembre de 1808 el Real Colegio de Artillería, se
desplaza de su casa solariega en el Alcázar de Segovia, a causa de la Guerra de
la Independencia, en busca de otra ciudad segura donde pudiera seguir su labor
docente.
Marchan
a pie en pleno invierno, con los cadetes que eran unos niños y en condiciones
infrahumanas, pasando todo tipo de privaciones, pues comían lo que les
entregaban a su paso por los núcleos de población y dormían la mayor parte de
las veces en pajares.
Después
de tres meses y medio de penoso éxodo, recorriendo media Península y Portugal, llegan
a Sevilla.
El 14
de marzo de 1809, pasa por el arrabal de Triana y atraviesa su puente de
barcas, la única construcción sobre el río y el único paso de toda la zona
navegable para comunicarse con Triana y el Aljarafe, llega al Arenal, a
continuación a la Puerta Real y queda instalado a pocos metros, en el
Colegio-Convento de San Laureano, propiedad de los
Religiosos de la Orden
de Nuestra Señora de
la Merced.
La
elección recae en este edificio porque contaba con las dependencias necesarias para la vida y
funcionamiento del Colegio, suficiente número de habitaciones, dos aulas, dos
patios, dos corrales y una iglesia.
Lo hizo con los siguientes efectivos: Profesores: Coronel Francisco
Dátoli, teniente coronel Mariano Gil de Bernabé, capitanes Joseph Bergara,
Antonio Miralles, Josef María Cordova y Julián Solana y subteniente Carlos
Miralles.
48
caballeros cadetes, entre ellos Dionisio, hijo del teniente Coronel Gil de
Bernabé y 7 cadetes supernumerarios.
También
17 dependientes (capellán, picador, domador, maestro de baile, tambor, pífano,
ayudas de cámara, mozos de aseo, segundo enfermero, cocinero, ayudante de
cocina y sastres).
Finalmente
la familia del teniente coronel Mariano Gil de Bernabé compuesta por su esposa
Petra Ramos, 6 hijos (uno de pecho y otro enfermo de sarampión) y 2 amas. Petra
era la única mujer de todos los expedicionarios que siguió a su marido en un
carro tirado por una mula.
El 16 de marzo el Colegio celebra una Junta
Gubernativa en el despacho del subinspector interino del Departamento, brigadier Juan de Arriada, seguramente
en la REAL FABRICA DE ARTILLERÍA de la que era su director.
Esta
fábrica había adoptado oficialmente tal denominación en 1765 con el cambio de
la política industrial, pero popularmente seguía conociéndose como “Fundición
de Cañones de Bronce de San Bernardo”.
Bajo
su presidencia y la asistencia de todos los oficiales llegados de Segovia, se
tratan asuntos sobre la reorganización del Centro. Ante la falta de profesores,
y teniendo presente las necesidades de
la campaña, solamente son nombrados dos prestigiosos oficiales destinados
en el ejército de Andalucía. (Cap- 1º graduado de Tcol Luís Gastón en Ej.
Carolina (Ayudante mayor de la Cia CC) y Cap. Manuel Varela en sec.
Subinspección (Profesor Dibujo y Fortificación)
El 29 de marzo Juan de Arriada es nombrado director
del Real Colegio.
En abril el Centro reanuda
las clases y enseguida
se completa el alumnado hasta 150 plazas con jóvenes de Sevilla, quedando los
cadetes excedentes en régimen externo al no haber suficiente alojamiento para
todos en San Laureano.
El 8 de agosto el profesor teniente coronel Gil de
Bernabé eleva una propuesta a la Junta Central con la idea de crear unos
Colegios Generales de “urgencia” para jóvenes cadetes universitarios.
En
ella describe la necesidad de que los oficiales tuvieran suficiente
inteligencia e instrucción para conducir las tropas contra las aguerridas huestes
de Napoleón Bonaparte, dando como ejemplo la academia que se proponía fundar
con los Voluntarios de la Universidad de Toledo.
El 8 de octubre Gil de Bernabé, al no tener
contestación, después de repetir durante año y medio varios planes que creía
útiles para la libertad de la Patria, reitera la petición mediante instancia a
Su Majestad, solicitando autorización para comenzar el adiestramiento de los
oficiales en su propia casa de San Laureano y durante las horas libres.
Por fin, el 14 de octubre obtiene respuesta satisfactoria de
la Suprema Junta Central.
El 16 de octubre el Inspector General de Artillería
solicita al Ministro de la Guerra 21.520 reales de vellón para empezar las
obras de ampliación del edificio en San Laureano a fin de darle una capacidad
para 100 cadetes de número, en vista de los problemas para encontrar otro edificio
con más capacidad para el Colegio.
En noviembre Gil de Bernabé comienza las clases
de su proyectada Academia Militar en su propia casa de San Laureano.
Lo
hace con cuarenta alumnos, constituyendo la primera piedra para la creación de
dicha Academia en Sevilla, parte del ambicioso proyecto docente que había
ideado para derrotar a los franceses, dotando a los ejércitos nacionales del
cuadro de oficiales que demandaba la situación, cifrado en unos 8.000
efectivos.
El 2 de diciembre Gil de Bernabé es ascendido
a coronel y el día 14 es nombrado
director de su Academia, considerada la primera academia militar de tipo
general, al tener un plan de estudios común para todas las Armas,
estableciéndose en dependencias del Convento Franciscano de San Antonio de Padua,
en la calle San Vicente.
El 29
de diciembre la amenaza francesa aconseja cerrar el Colegio de Artillería,
pero antes son promovidos a subtenientes los 14 cadetes más aventajados, entre
ellos Dionisio Gil de Bernabé.
Al
día siguiente, mientras se hacen los preparativos para el reencuentro de los
jóvenes alumnos con sus familiares o tutores y para la disolución del Centro,
éste es sorprendido por la inminente llegada de las tropas napoleónicas,
viéndose obligado a clausurar de inmediato su actividad docente.
Profesores,
dependientes y alumnos quedan libres hasta recibir comunicación sobre la nueva
ciudad donde se instalarían para continuar las clases.
Gil
de Bernabé, consciente de la importancia de la formación de sus alumnos,
permanece al frente de su Academia Militar, resistiendo el mayor tiempo posible
la llegada de los franceses, siguiendo con toda su familia en San Laureano.
El día 20 de enero de
1810 promueve a los primeros 20 alumnos a oficiales de Infantería y
Caballería “con tres años de estudios y buenas circunstancias familiares, de
nacimiento, conducta y costumbres”.
Y el día 28 les da una interesante lección que
les serviría para toda la vida:
“Si los paisanos huyen, no deben huir los
soldados y menos, los que como vosotros se educan para oficiales. Yo estoy a la
cabeza de la Academia, mientras nos manden obedeceremos y cuando esto nos falte
haremos lo que nos dicte la razón y el honor”.
Es el
último acto académico del coronel en Sevilla, pero no su último servicio, ya que
es nombrado comandante del sector defensivo de Triana con los profesores y
alumnos de su Academia, a cuyo cometido parte con su hijo Dionisio, de 15 años.
Su
esposa Petra Ramos, cuando le despide, le ánima a cumplir con su deber,
diciéndole:
“Tú
y tu hijo permaneced en las baterías hasta el último momento y después seguid
la suerte de la Patria en el último rincón, con olvido absoluto de nosotros,
que quedamos encargados al cielo”.
Hermosas palabras propias
de una heroína.
Es el último día que un
miembro del Real Colegio de Artillería, el coronel Gil de Bernabé, deja San
Laureano.
A las
cuatro de la mañana del día 30 se retira a Castilleja de la Cuesta por la
llegada de los franceses. A continuación se dirige al condado de Niebla, escoltando
al convoy con los caudales públicos gestionados por la Junta Central y el 5 de
febrero llega a Ayamonte donde disuelve su Academia.
Gil
de Bernabé embarca hacia Cádiz el día 11 pasando acto seguido a la villa de San
Carlos en la Isla de León, donde su Academia Militar sería restablecida.
El 28 de enero
también es el último día en San Laureano para la familia de Mariano Gil de
Bernabé, pues su esposa Petra
Ramos, en avanzado estado de gestación, con sus seis hijos y sus dos amas,
tiene que quedarse en Sevilla.
Petra
poseía trece casas en Segovia, una de ellas con huerto de hortalizas y árboles
frutales y otra con fábrica de paños, y una casa en Coca; también, la renta de
granos de varias heredades, dos molinos harineros y cincuenta y cinco aranzadas
de viñas con casa, oficinas, lagar y bodega en Moraleja. Todo ello le rentaba
anualmente más de 16.000 reales de vellón.
Siendo
una mujer inmensamente rica, estando en San Laureano los afrancesados le
secuestran todas sus propiedades y, a pesar de que le envían dinero para que
regrese a Segovia, no lo hace y prefiere perderlo todo con tal de seguir con su
marido.
Encuentra albergue en la Casa de Niños
Expósitos, donde alumbra a su octavo retoño Antonio y cuando se lo permiten las
circunstancias marcha a la Isla de León para reunirse con su esposo, con sus
siete hijos, uno de pecho, y dos amas, burlando el toque de queda de Sevilla y
el cerco francés a la isla de León.
En estos días las tropas del mariscal Soult en
Sevilla se dedican a la expoliación de las obras de arte y objetos de iglesias
y conventos, y no es una excepción el Edificio Conventual de la Merced y del
Santo Entierro en San Laureano.
A lo
largo del siglo XIX tendrían lugar una serie de acontecimientos culminando con
la desaparición del Colegio-Convento de San Laureano.
Los
frailes mercedarios regresan en 1814, abandonándolo definitivamente tres años
después tras los múltiples daños ocasionados por un incendio en los almacenes
de madera y jabón contiguos.
La
ley desamortizadora de 1835 expropia la ruinosa propiedad, ya desvinculada de
la Orden de la Merced.
Posteriormente
las instalaciones de San Laureano son utilizadas como presidio correccional y
después como cuartel y almacén de provisiones para el Ejército, para cuya
finalidad lo compra el general Lara en 1848.
La
estructura que tenía en este momento es la que ha conservado el edificio al
construirse la Comunidad de Propietarios en el siglo XX.
Volviendo a la estancia
del Real
Colegio de Artillería en San Laureano en 1809.
Es de elogiar:
Que este Colegio siguiera manteniendo el
alto nivel de estudios que le caracterizaba.
Que algunos profesores siguieran trabajando en la
actualización de textos, incluso mejorándolos en algunos aspectos, ya que
profundizaron en la ciencia y técnica artilleras, al tener a su disposición en
Sevilla una prestigiosa Fundición de Cañones de Bronce y la principal
Maestranza de Artillería de España.
Que gracias a su establecimiento en San Laureano se pudieran
promover 14 oficiales.
Que su profesor, el teniente coronel Gil de Bernabé, proyectara
una Academia Militar General, destinada a formar de urgencia a oficiales con
estudiantes del Batallón de Voluntarios de Honor de la Universidad de Toledo,
que se abriría en el Convento de San Antonio de Padua con 117 alumnos.
También es de elogiar:
El
comportamiento de Petra Ramos, esposa del teniente coronel Gil de Bernabé, que
siendo una mujer inmensamente rica, cuando los afrancesados le secuestran todas
sus propiedades, antes que regresar a su tierra con la promesa de su devolución,
prefiere perderlo todo y seguir con su marido en San Laureano.
De esta forma los muros del Colegio-Convento de
San Laureano de Sevilla, con motivo de albergar al Real Colegio de Artillería, fueron
testigos de varios acontecimientos históricos transcendentales para la historia
del Ejército español:
1º - Promover a 14 oficiales de Artillería, para su
incorporación a los ejércitos que estaban luchando contra el invasor.
2º - Gestar la primera academia militar de tipo general, de
la que es heredera la actual Academia General Militar de Zaragoza.
3º - Gestar, con la Universidad de Toledo, la primera milicia
universitaria, de la que, en la actualidad, es heredera la clase de los
Militares de Complemento.
Asimismo las dependencias del
Colegio-Convento de San Laureano tuvieron el honor de ser ocupadas por un
patriota: el teniente coronel Mariano Gil de Bernabé e Ibáñez y por una
heroína: su esposa Petra Ramos Baca de Villamizar.
Este es el motivo que ha llevado a la celebración del
Bicentenario del Real Colegio de
Artillería en el Colegio-Convento de San Laureano de Sevilla, como anuncié al
principio, dejando constancia de dichos acontecimientos históricos en una placa
colocada en el lugar de los vestigios del Convento de San Laureano.
Además se descubrió otra placa conmemorativa para la fachada
del edificio, destinada a recordar las principales ocupaciones históricas del
solar donde se edificó la Comunidad de Propietarios San Laureano.
Y para tan fausto acontecimiento, como también anuncié al
principio, se ha publicado el libro: EL REAL COLEGIO DE ARTILLERÍA Y EL
COLEGIO-CONVENTO DE SAN LAUREANO DE SEVILLA, a fin de dejar testimonio escrito
de los hechos que propiciaron el traslado del Centro a esta ciudad y la transcendental
labor que desarrolló entre las paredes del Convento de San Laureano, para satisfacción
de la Artillería, beneficio del Ejército y orgullo de España.