CONMEMORACIÓN 250 ANIVERSARIO ACADEMIA DE ARTILLERÍA

    
     Conferencia pronunciada por el Coronel de Artillería D. Guillermo Frontela Carreras el 14 de mayo de 2014 en el Museo Histórico Militar de Sevilla, con motivo del Día Mundial de los Museos.
    Basada en el artículo del mismo título, publicado en el número extraordinario I, 2014, de la Revista de Historia Militar: “250 Aniversario del Real Colegio de Artillería”.

INTRODUCCIÓN                                                                        

    Tal día como hoy, en 1764 (hace 250 años) en el Alcázar de Segovia se vivía una intensa actividad con los preparativos para la apertura del Real Colegio de Artillería, probablemente el centro de formación de oficiales más antiguo del mundo.
    Al día siguiente ya dormían en sus dependencias los primeros 60 cadetes y a los dos días tenía lugar la solemne inauguración del Centro. Su jefe de estudios y profesor primario, el eminente jesuita y docto artillero Antonio Eximeno, en su oración de apertura decía que el futuro oficial de Artillería formado en el Colegio debía ser: “un gran matemático, un científico, un héroe”.
    Pronto se corroborarían sus palabras. En las mismas fechas, en 1808, el Alcázar volvía a bullir de actividad, esta vez no de jubilo, sino de preocupación, por la conmoción de sus profesores y alumnos por las recientes noticias de los levantamientos contra los franceses en Madrid, en los que dieron su vida heroicamente por la independencia de España sus ex-alumnos, los capitanes Luis Daoíz y Pedro Velarde.      
    El Real Colegio en tan solo 44 años se había convertido en uno de los centros docentes más modernos de Europa, cuyo prestigio era incuestionable. Lo había conseguido gracias al alto nivel de sus planes de estudios, al empleo de un selecto profesorado, entre los que se encontraba el eminente químico Luis Proust, y a una esplendida disponibilidad de medios para la enseñanza, en los que destacaba su importante biblioteca, con fondos de todas las ramas del saber científico-técnico de su época.


     El Centro culmina su prestigio en 1792 con la inauguración de un Laboratorio de Química y la implantación de una cátedra de esta ciencia, destinada a instruir en Química y Metalurgia a los oficiales artilleros, fomentar la industria tintorera y formar fundidores para las fábricas del Cuerpo de Artillería. Se trataba de una enseñanza pionera en España, a cuyas clases podían asistir cuantas personas deseasen ilustrarse o ejercitarse más convenientemente en la Medicina, la Cirugía, la Farmacia, la Metalurgia o cualquier otro Arte.
      En este tiempo sus profesores compaginan las labores docentes con las intelectuales y las investigadoras. Sacan a la luz los primeros textos para la enseñanza artillera, como los Cursos matemáticos del capitán Giannini y  el Tratado de Artillería del capitán Morla; publican diversos trabajos científicos, como el Discurso Físico Anatómico sobre las Plantas del capitán García de la Huerta, y realizan traducciones de importantes obras extranjeras los capitanes Munárriz y Alcalá Galiano.
    Todo esto hizo del Colegio de Artillería un centro docente exclusivo y preeminente en la España de la segunda mitad del siglo XVIII. Desgraciadamente la invasión francesa vino a interrumpir tan útil y brillante trayectoria, aunque no sería por mucho tiempo.
    El Colegio decide marcharse a otra ciudad donde pudiera seguir su labor docente, prescindiendo de muchos profesores, por haberse incorporado a los ejércitos de operaciones, y de importantes medios de enseñanza, como su Laboratorio de Química y su magnífica Biblioteca.
    La sucesiva presión francesa le obliga a realizar cinco desplazamientos y, en consecuencia, a establecerse en cuatro ciudades de distintos puntos de la geografía hispana, hasta su restablecimiento en Segovia, después de un lamentable éxodo de seis años de duración. 
En la primera etapa (Segovia-Sevilla) el viaje tiene lugar entre el 1 de diciembre de 1808 y el 14 de marzo de 1809 y el Real Colegio se establece en Sevilla hasta el 29 de diciembre de este año.
En ella destaca la figura de su profesor teniente coronel Gil de Bernabé, no solo por el impulso que da a la instalación del Colegio sino también por ser el cerebro de un plan para dotar de 8.000 oficiales a los ejércitos españoles y, dentro de él, por ser el creador de la Academia Militar de Sevilla, considerada la primera academia militar de tipo general.
    En la segunda etapa (Sevilla-Cádiz) el viaje se desarrolla entre finales de diciembre de 1809 y abril de 1810 y la actividad del Real Colegio, primero en la Isla de León, desde abril hasta agosto de 1810, y a continuación en un cuartel de Artillería de Cádiz, hasta el 5 de octubre.
    En ella sigue destacando la labor de Gil de Bernabé, con el empleo de coronel. En la Isla de León enseguida restablece su Academia Militar, en ella da continuidad a las clases del Real Colegio y organiza un segundo curso para el ingreso en los Cuerpos de Artillería e Ingenieros.
    En la tercera etapa (Cádiz-Mahón) el viaje transcurre entre el 11 de octubre de 1810  y el  29 de enero de 1811 y el Real Colegio abre sus puertas en Mahón entre esta fecha y primeros de noviembre de 1812.
    Es de reseñar los desvelos del director general del Cuerpo, mariscal de campo Martín García Loygorri, y los esfuerzos para la reorganización del Colegio en Cádiz, previo a su traslado a Menorca, dada la difícil situación de las Arcas Reales y la dispersión de los cadetes por toda la geografía nacional, libre y ocupada.
    En la cuarta etapa (Mahón-Palma de Mallorca) el viaje se hace en varias fases, entre el 12 de junio de 1811 y el  5 de noviembre de 1812 y el Real Colegio queda establecido en Palma entre el 25 de este mes y el 25 de julio de 1814, que se cierra.
    Es una época de esplendor para el Centro, a pesar de las dificultades económicas y de vida, en la que proporcionaría destacados oficiales de armas y de ciencia, algunos de los cuales desempeñarían relevantes cometidos en la Sociedad.
    En la quinta etapa (Palma de Mallorca-Segovia) el Real Colegio realiza el viaje de regreso a Segovia en dos expediciones que embarcan los días 5 y 13 de octubre de 1814, quedando restablecido en su casa solariega del Alcázar el 1 de diciembre de este año.
    El Centro comienza sin demora, y a pesar de mala situación económica, a poner en marcha las acciones pertinentes para alcanzar el prestigio que tenía antes de la Guerra de la Independencia como centro docente modélico.

            1ª ETAPA: SEGOVIA – SEVILLA                                                                 
    Antecedentes                                                                          
    El día 1 de enero de 1808 el jovencito Dionisio Gil de Bernabé, ilusionado con la profesión de su padre, el teniente coronel Mariano Gil de Bernabé, profesor del Real Colegio de Artillería, sienta plaza como caballero cadete a la edad de 13 años.
    El acontecimiento colma de dicha a la familia, mas pronto se torna en desasosiego por la incertidumbre de lo que está sucediendo en política. El desasosiego no tarda en transformarse en fundado temor, pues nuevos vientos de guerra, procedentes de allende los Pirineos, empiezan a soplar por toda España a causa de la penetración masiva de tropas galas y la entrada del mariscal Murat con sus fuerzas en Madrid. El temor se confirma con las noticias que llegan a Segovia de que los franceses habían ocupado la capital y los madrileños, iracundos, habían comenzado las revueltas. En su represión del 2 de mayo, a sangre y fuego, destacó la heroica defensa del Parque de Monteleón, dirigida por los capitanes Daoíz y Velarde, ex-alumnos del Real Colegio.
            Sus profesores y alumnos, enardecidos por tan tremenda conmoción, muestran su firme disposición de combatir al enemigo emulando el ejemplo de los dos heroicos capitanes. El teniente coronel Gil de Bernabé da un paso más, elabora un plan para vengar a sus compañeros y prepara municiones para armar al pueblo.
Esta decisión, tan arbitraria para algunos dirigentes, causa un profundo malestar al Jefe Principal del Cuerpo de Artillería, que le escribe inmediatamente amenazándole para que desista de sus planes, y a otros compañeros suyos de Segovia intimidándoles para que no sigan sus ideas.


Gil de Bernabé no se contiene con la amonestación; al contrario, previendo lo inevitable, redacta y difunde una vibrante Proclama, que levanta en armas a toda la provincia, movilizando a más de 60.000 mozos en menos de un mes.
    Profética reacción la del teniente coronel pues el 5 de junio es inminente la llegada a Segovia de una división francesa. Puesta la ciudad en alerta de defensa, algunos cadetes capitanean partidas de paisanos, otros consiguen escapar para incorporarse a unidades del ejército y unos 40 se hacen fuertes en el Alcázar, entre ellos Dionisio Gil de Bernabé. Los franceses ocupan el Alcázar, proscriben al cabecilla revolucionario e imponen pena de la vida a quién le ampare.
    Gil de Bernabé, antes de poner en riesgo la vida de su familia parte sin demora al Ejército de Castilla la Vieja para tomar las armas. El capitán general García de la Cuesta, le felicita y le nombra su secretario y ayudante de campo y le encomienda varios servicios relevantes y arriesgados.
    El 21 de julio de 1808 llega al Alcázar otra columna gala con 350 hombres y 5 piezas de artillería. El Colegio, impotente de rabia, permite una ocupación pacífica y se ve obligado a suspender las clases, aunque se prevé que durará poco, pues al día siguiente tiene lugar la capitulación francesa con motivo de la victoria española en Bailén del 19 de julio, terminando con el mito de invencibilidad del poderoso ejército napoleónico.
    Entretanto, en el frente, el capitán general García de la Cuesta deja el mando del Ejército de Castilla, tomándolo su segundo, el general Eguía y después el general Pignateli, con quienes Gil de Bernabé continúa desempeñando los mismos cometidos y ahora, también con la Secretaría de Campaña. Extinguido el Ejército de Castilla, Gil de Bernabé pasa a prestar sus servicios al del Centro, al mando del general Castaños.
    Los franceses abandonan Segovia el 1 de octubre de 1808 y el Colegio de Artillería, consciente de la importancia de la formación de los oficiales abre de nuevo sus puertas y su plantilla comienza a completarse.
    A mediados de noviembre el general Castaños, conocedor de los planes de Gil de Bernabé en Segovia, le ordena regresar para armar a tan inmensa provincia. El teniente coronel resuelve realizar sin demora una comisión en la que había trabajado con tanto celo; mas cuando se dispone a realizar su cometido, recibe orden de volver al frente, pues Napoleón había entrado en España con numerosos refuerzos.
    Esto le priva del placer de armar a una numerosa población de Castilla o, al menos, de no haber dejado a merced de los franceses 60.000 mozos, anteriormente alistados, así como de acompañar a su esposa en el alumbramiento de su séptimo hijo.
    El teniente coronel parte para reunirse con el general San Juan en su marcha hacia Valladolid, pero en Somosierra una retaguardia móvil del general Castaños, después del ataque en Tudela, le comunica la orden de su incorporación al Colegio de Artillería.
    Cuando llega ve a su esposa, que había dado a luz a su retoño Vicente, y se incorpora al Alcázar, animado por el reencuentro con su hijo cadete y por poder seguir formando a más oficiales para combatir al invasor.
    Poco le dura el ánimo, porque el día 30, otra columna francesa se aproxima a Segovia a marcha forzada. Se le encomienda la evacuación del Colegio y la organización del viaje a la mayor brevedad posible para su traslado al Seminario de Nobles de Madrid.

    El viaje                                                                                                         
    En la madrugada del 1 de diciembre de 1808 parte el Colegio, con sus profesores, cadetes y dependientes, al mando del coronel Dátoli, ya que su director, el brigadier don Baltasar Ferrer, había cesado el 26 de septiembre.
    Para el traslado solamente dispone de cuatro mulas para el menaje de cocina y algunas provisiones, pues los pocos carros y medios de transporte de la guarnición, preparados para llevar lo principal, tuvieron que dejarse en la ciudad para municionar a los combatientes de Navacerrada y Guadarrama.
    Debió hacerse de forma parecida a la siguiente: En cabeza, su director accidental, el coronel Dátoli y el teniente coronel Gil de Bernabé.  A continuación una sección con 48 caballeros cadetes y 7 cadetes supernumerarios en dos hileras, entre ellos Dionisio, al mando del subteniente Carlos Miralles; después, otra sección con 17 abnegados dependientes al mando del capitán Joseph Bergara. Seguidamente las cuatro mulas cargadas, conducidas por los dependientes a turno. Flanqueando la columna, los capitanes Antonio Miralles y Josef de Cordova.
    Detrás, en un carro tirado por una mula, Petra Ramos, esposa del teniente coronel Gil de Bernabé, la única mujer de todos los componentes del Colegio que sigue a su marido con toda la familia, sus dos amas y seis hijos, el mayor, José de 8 años y el benjamín, Vicente, de unos días. Cerrando la expedición, el capitán Julián Solana. 
    La orden para los cadetes es salir solamente con lo puesto y en la mochila los libros de texto necesarios porque, a pesar de los avatares de la guerra, su carrera “del saber y del honor” les exige continuar con los estudios.
    La columna se pone en marcha hacia Madrid. Al llegar a San Rafael, después de recorrer unas siete leguas, ya iban casi todos los cadetes descalzos. Probablemente pernoctaron en la Casa de Postas de este lugar estratégico, situado en la calzada real que une Madrid con el Palacio de la Granja de San Ildefonso.
    Al despuntar el alba del día siguiente la expedición inicia la segunda jornada. En Guadarrama, las noticias de que el enemigo está a las puertas de Madrid le hacen cambiar de dirección hacia Talavera de la Reina.
    El día 4, cuando llegan a El Escorial, les confirman que las tropas imperiales habían asediado la Corte y se ven obligados a cambiar nuevamente de rumbo, ahora hacia Salamanca.
    De madrugada reanudan la marcha. Por la tarde llegan a Robledo de Chavela donde los lugareños, viendo el lamentable estado de la expedición, les entregan viandas.  Continúan camino y en San Martín de Valdeiglesias, después de tantas penalidades, algunos cadetes no tuvieron paciencia y empezaron a comerse crudas las gallinas que les habían ofrecido.
    Llegan a Salamanca tras doce jornadas de sufrido caminar, atravesando las sierras abulenses y salmantinas, descansando lo imprescindible, solamente para alimentarse con escasos ranchos y durmiendo donde podían, la mayoría de las veces en pajares y los cadetes tapándose con mantas viejas, porque no pudieron llevar las suyas.
    El 12 de diciembre la expedición se aloja en el Colegio Mayor de Santiago. Era el lugar idóneo para establecerse; llevaba cerrado varios años, contaba con suficiente espacio y probablemente con algún mobiliario y útiles de enseñanza, por lo que podrían empezar las clases pronto.
    Profesores y alumnos, sacando fuerzas de flaqueza, empiezan los preparativos, pero el día 22, cuando estaban a punto de comenzar, de nuevo tienen que emprender la marcha precipitadamente por la llegada de los franceses, dejando atrás toda la impedimenta.
    Por orden del Marqués de la Romana se dirigen a La Coruña, para establecerse bajo la protección del Ejército Nacional.
    La expedición entra en Orense el 12 de enero de 1809, después de otras ocho penosas jornadas. El día 13 al tener noticia de que los franceses habían tomado La Coruña, cambia nuevamente de rumbo y emprende la marcha para Sevilla.
    Atraviesa Portugal y llega a Oporto el 29 de enero. El 1 de febrero Dátoli envía un comunicado al director general del Cuerpo, general Maturana, interesándose por la habilitación del Convento de San Laureano de Sevilla para establecimiento del Colegio.
    Después de cuatro días de merecido descanso, parte hacia Lisboa, donde llega el 18. Este día, el coronel reitera su comunicado y envía la lista de los expedicionarios.
    En Lisboa el embajador de España, por encargo personal del general Eguía, encomienda a Gil de Bernabé la delicada misión de conducir hasta la cárcel de Sevilla a don Luís Gutiérrez, redactor de la Gaceta de Bayona, y a su compañero don Juan Enrique de Goicoechea, acusados como reos de lesa-nación, para ponerlos a disposición de Su Majestad.
    El 1 de marzo la expedición embarca en un mercante en el Puerto de Lisboa y después de 5 días de navegación arriba al puerto de Huelva, llegando a Sevilla el día 14.                                                                    Lo más probable es que a su llegada a la Puerta Real, les estuviera esperando el teniente coronel Gil de Bernabé con una comisión de oficiales aposentadores, ya que una vez entregados los reos en la prisión, se presentaría al general Maturana, que le nombraría aposentador del Colegio.                                                     Al fin terminó la primera etapa del éxodo, después de tres meses y medio de extenuantes y heroicas jornadas, soportando innumerables fatigas, a pesar de la corta edad de los cadetes. Solamente quedaron en Orense Josef Coto y Mariano Sánchez, que morirían a causa de las enfermedades contraídas durante el viaje.
    Los expedicionarios, sobreponiéndose a los contratiempos de la guerra y a las inclemencias climatológicas, hicieron el viaje en condiciones perentorias, a veces infrahumanas, aprovechando las poblaciones en que recalaban para alimentarse y descansar y el Colegio para seguir con su actividad mientras lo permitía el implacable enemigo, que frecuentemente iba pisándoles los talones.

    Instalación del Colegio en Sevilla                                               
    El Real Colegio queda alojado en Sevilla, en el Convento de San Laureano, perteneciente a los Religiosos de la Orden de la Merced, inmediato a la Puerta Real. En esta ciudad encuentra toda clase de facilidades para su instalación, pues en ella se encuentra el Gobierno de la Nación y la Dirección General de Artillería.
A pesar de la crisis producida por la guerra en todas las instituciones, se esfuerza para dar continuidad a sus actividades docentes. Algunos profesores siguen trabajando


en la actualización de textos y para contar con una plantilla mínima de docentes reclama a dos prestigiosos ex-profesores que se encontraban sirviendo en el Ejército de Andalucía.
    En este sentido, a los dos días de su llegada a Sevilla celebra una Junta Gubernativa en el despacho del subinspector interino del Departamento, brigadier Juan de Arriada, bajo su presidencia y la asistencia de todos los oficiales de Segovia, para tratar sobre la reorganización del Centro.
    El Colegio de Artillería en Sevilla sigue manteniendo el alto nivel de estudios que le caracterizaba, incluso lo mejora en algunos aspectos, ya que profundiza en la ciencia y técnica artilleras al tener a su disposición una prestigiosa Fundición de Cañones y la principal Maestranza de Artillería de España, industrias de gran interés para las prácticas de los cadetes. Precisamente el brigadier Arriada, director de la Fundición, sería nombrado director del Colegio con fecha 29 de marzo.
    Pasados unos días de necesario descanso, reanuda las clases, teniendo en cuenta los dos Reales Decretos de 1809: “Que no se postergasen ni se detuviesen en el Colegio, por falta de edad y estatura, los cadetes de buena aplicación y conducta”. “Que se limitase a dos años el tiempo de estudios”. “Que se admitiesen los pretendientes con edad de 14 a 16 años”. Para más facilidad, a los aspirantes se les exime de las pruebas de nobleza en el ingreso y para los supernumerarios se amplía su edad a los 18 años no cumplidos.
    Enseguida se completa el alumnado hasta 150 plazas con jóvenes de Sevilla, quedando los cadetes de Segovia en régimen externo.
    El Colegio había escogido el Convento de San Laureano con los datos de la mermada Compañía de Caballeros Cadetes que partieron de Segovia. Una vez en Sevilla, ante la necesidad de completar el número de internos hasta 100 y con la idea de acelerar y perfeccionar la instrucción de los alumnos, la Junta Gubernativa del Centro examina otros edificios apropiados para ahorrar gastos al Erario e incomodidades a los vecinos, proponiendo: 1º. Real Colegio de San Telmo. 2º. Convento de San Antonio de Padua. 3º. Universidad. 4º. Cuartel de Artillería de la Plaza del Duque.                       
    Merece especial consideración la atención prestada al Convento de San Antonio de Padua, ya que, si bien el Colegio de Artillería no terminó en este lugar, si lo hizo la Academia Militar que fundaría el teniente coronel Gil de Bernabé.
    El 27 de junio el coronel Dátoli insiste en el desalojo del Colegio de su ubicación en San Laureano, esta vez como director de la Fábrica de Fusiles de Chispa, que se había creado, al considerarlo el lugar más idóneo para esa industria.                                
    Habiendo sido ocupado el Convento con parte del Batallón Literario de la Universidad de Toledo y continuar las dificultades para encontrar edificio apropiado, se dispone la continuación en San Laureano y la ampliación de las instalaciones para una capacidad para 100 cadetes.


     Gil de Bernabé en una de las visitas que cursa al Convento, al tomar contacto con el Batallón toledano, concibe la idea de crear una Academia Militar con estos escolares que, según manifestaría, tenían excelentes cualidades y les sobraba valor, pero les faltaba preparación militar.
   Su plan consistía en el establecimiento de colegios de “urgencia” destinados a la formación de oficiales en seis meses con jóvenes universitarios, ofreciéndose a organizar y dirigir el de Sevilla con los estudiantes de Toledo.  
   El día 8 de agosto lo materializa en una instancia a la Junta Central, proponiendo el establecimiento de academias en varias ciudades para instruir a unos 8.000 oficiales, bajo la protección y dirección de un vocal de la Junta Central.
   Después de año y medio desde que empezara a poner en conocimiento de la superioridad varios planes útiles para la liberación de la Patria, el día 7 de octubre de 1809 redacta una nueva solicitud a Su Majestad, reiterando su proyecto y ofreciéndose a instruir en su propia casa a 40 o 50 alumnos.                                
    Estos alumnos constituyeron la primera piedra para la creación de la Academia Militar en Sevilla, parte del ambicioso proyecto docente que había ideado Gil de Bernabé para derrotar a los franceses.
El día 2 de diciembre de 1809 es promovido a coronel de Artillería y el 14 nombrado director de su Academia, estableciéndose en dependencias del Convento de San Antonio de Padua, en la calle San Vicente.     
    Según su plan, la formación de estos escolares aseguraba para salir brillantes mandos de Infantería y Caballería y para proporcionar muchos oficiales de ciencia y saber a los cuerpos facultativos de Artillería e Ingenieros, con unos conocimientos hasta entonces no impartidos, como los de la Táctica general.
    En suma, el alto prestigio del Centro se basaba en el carácter “general” de su enseñanza militar, con un plan de estudios común para todas las Armas.



    2ª ETAPA: SEVILLA – CÁDIZ

    Antecedentes                                                                                  
    El 29 de diciembre de 1809 la amenaza francesa aconseja cerrar el Colegio de Artillería, pero antes son promovidos a subtenientes los 14 cadetes más aventajados, entre ellos don Dionisio Gil de Bernabé.
    Al día siguiente, mientras se hacen los preparativos para el reencuentro de los jóvenes alumnos con sus familiares o tutores y para la disolución del Centro, la inminente llegada de las tropas napoleónicas obliga a clausurar de inmediato su actividad. Profesores, dependientes y alumnos quedan libres hasta recibir aviso sobre la nueva ciudad donde se instalarían para continuar las clases.
    El coronel Gil de Bernabé deja su labor en el Real Colegio, tan solo a los nueve meses de su establecimiento en Sevilla, pero sigue al frente de su recién creada Academia Militar, resistiendo el mayor tiempo posible hasta la llegada del enemigo.
    Los franceses invaden Andalucía el 20 de enero de 1810 y la Junta Central, por seguridad, se ve obligada a evacuar sus dependencias de los Alcázares, saliendo de Sevilla en la noche del 23 al 24.                                El día 28 el coronel Gil de Bernabé clausura la Academia Militar, reconfortando a sus alumnos con esta emotiva y patriótica arenga: Si los paisanos huyen,  no deben huir los soldados, y mucho menos los que se educan para oficiales: Yo estoy a la cabeza de la academia; mientras nos manden obedeceremos, y cuando esto  falte, haremos lo que nos dicte la razón y el honor”     
     Fue el último acto académico del coronel en Sevilla, después de promover a 20 oficiales, pero no su último servicio, ya que fue nombrado comandante del sector defensivo de Triana con los efectivos de su Academia, a cuyo cometido parte con su hijo Dionisio, de 15 años.
     Su esposa, Petra Ramos, a la que los franceses habían secuestrado su inmensa fortuna, por seguir a su marido, encontrándose en avanzado estado de gestación, tiene que quedarse en Sevilla con sus seis hijos y sus dos amas. Encuentra albergue en la Casa de Niños Expósitos, donde alumbra a su octavo retoño Antonio, siendo bautizado por el capellán del Real Colegio, que tampoco pudo salir de la ciudad.

      El viaje                                                                                                        
    El coronel Gil de Bernabé sale de Sevilla hacia Castilleja de la Cuesta en la madrugada del 30 de enero de 1810. Al día siguiente comienza una marcha hacia el condado de Niebla con los profesores y alumnos de su Academia Militar, escoltando un convoy con los caudales públicos administrados por la Junta Central.
    El 5 de febrero llega a Ayamonte con 25 oficiales de Artillería bajo su mando y más de 100 incorporados a la expedición en el camino, profesores y algunos cadetes y subtenientes recién promovidos del Real Colegio. En Isla Canela disuelve la Academia y con sus escolares custodia los caudales públicos hasta su repliegue a la Isla de León.
    El día 11 de febrero embarca rumbo a Cádiz con parte de la expedición. Cuando llega, recibe orden de marchar a la Isla, que se encontraba asediada por los franceses, incorporándose a esta guarnición con todo el personal que le acompaña.
    El día 26 se aloja en la Casa de los Jóvenes de la Marina y entrega los fondos públicos al Consejo de Regencia, recién constituido bajo la presidencia de don Francisco Javier Castaños.


     Instalación del colegio en Cádiz                                                                                
    El coronel Gil de Bernabé, con sus profesores y alumnos, ocupa inicialmente la Escuela de Pilotos de la Armada. Después son repartidos entre varios regimientos y el día 14 pasa a prestar sus servicios en el batallón del Arsenal de la Carraca y en el campamento de Sancti Petri.
    Poco le dura este destino porque el general Eguía, que acababa de tomar posesión como Secretario de Estado y del Despacho Universal de la Guerra, le reclama, así como a los demás oficiales y artilleros que llegaron con él. Su hijo Dionisio se incorpora a la Artillería del 4º Ejército como subteniente.
    El coronel, en la nueva ciudad sitiada, continúa con su afán y celo profesional de formar oficiales y el 2 de marzo solicita autorización para reabrir su Academia. Es un momento convulso para la Isla de León, donde se está reorganizando el Gobierno. También es un momento apropiado para sus pretensiones, pues el día 24 llega el Duque de Alburquerque al mando del 4º Ejército con 11.000 hombres para impedir la entrada de los franceses a la mítica Gades y, sin duda, necesitaba oficiales.
    Gil de Bernabé es autorizado a restablecer su Academia Militar, lo hace en abril, en los pabellones del hospital de la población de San Carlos, con el nombre de Nacional y Patriótica Academia Militar de la Isla de León, que después se convertiría en la Escuela Militar del 4º Ejército, al constituirse una en cada uno de los ejércitos a imagen de la suya.
    La Regencia accede a su propuesta y autoriza que a los universitarios  de Toledo se sumen los cadetes y subtenientes del 4º Ejército para perfeccionar su instrucción, los distinguidos de la Real Maestranza de Ronda y los cadetes del Real Colegio de Artillería. El  coronel también pone en marcha un segundo curso de preparación para el examen de los Cuerpos Facultativos de Artillería e Ingenieros.


    Gil de Bernabé abre las puertas de su academia al colegio artillero, como director de estudios y primer profesor, con el teniente coronel Bergara como 2º profesor y el capitán Solana como ayudante mayor.
Permanece en la Isla de León hasta que es reorganizado en Cádiz para marchar a Menorca, lo cual se estaba demorando por la delicada situación del Gobierno de la España libre y la consiguiente penuria económica.
    El coronel Gil de Bernabé se hace cargo de la Dirección General de Artillería, es el único militar que forma parte de la Junta de Instrucción Pública de Cortes, creada  para sostener la guerra y mejorar las leyes y reglamentos requeridos por las reformas de la Nación y contribuye a la  defensa de la guarnición acudiendo con sus alumnos a todas las alarmas, a veces con brillantes intervenciones.
Mientras tanto, su esposa da a luz en la Casa de Expósitos de Sevilla y ante la decisión de reunirse con su marido, tiene que soportar las mismas iniquidades de ciertos afrancesados, como en Segovia que, con insidiosas persuasiones, querían obligarla a que lo llamara para unirse a su innoble causa, pero ella con valentía les manifiesta su desprecio, les afea su debilidad y les aconseja seguir el partido único, que conduce a la libertad.
    Petra, a pesar de los impedimentos, el 20 de abril comienza un épico viaje con sus dos amas y todos sus hijos, Antonio de pecho y otros seis más, burlando el toque de queda de la ciudad y el cerco a la Isla de León, para reunirse con su esposo. La familia vuelve a estar junta, excepto el subteniente Dionisio, pero la felicidad que le embarga pronto se enturbia con la noticia de otro traslado del coronel.                     
    En agosto causan baja los cadetes de Artillería de todos los cursos, después de terminar sus estudios y ser promovidos a oficial 69. Los demás se incorporan a un cuartel de Cádiz, donde comienza la reorganización del Colegio para su traslado a Menorca, en el que Gil de Bernabé es nombrado su director de Estudios.

3ª ETAPA: CÁDIZ – MAHÓN                                                                    
Antecedentes                                                                                       
    Por fin, gracias a los desvelos y a la diligencia del nuevo director general del Cuerpo, mariscal de campo García y Loygorri, ante la falta de recursos para sacar el Colegio adelante, en agosto de 1810 comienza su reorganización en un cuartel de Artillería de Cádiz, para preparar su marcha a Mahón, considerado el lugar idóneo por encontrarse protegida por la Escuadra inglesa, donde tenía su base.
Se nombra director en funciones al teniente coronel Bergara, auxiliado por el capitán Solana, los profesores ya habían sido designados mediante decreto del 6 de julio y se había fijado en 150 el número de cadetes más 24 supernumerarios.                          
    Al no poderse embarcar, en agosto se inician las actividades docentes y previsiones de material de enseñanza y otros medios. Una de las primeras gestiones fue la recuperación de todos los efectos dejados en Sevilla a cargo del jesuita patriota Antonio María de Tolesano. Otra fue la previsión de los instrumentos topográficos precisos, pero era tal la penuria económica que en vez de comprarlos se pidieron a la Marina. Como el establecimiento escogido en Mahón no tenía de capilla, el director general del Cuerpo solicita una portátil al Arsenal de la Carraca, con los ornamentos, vasos sagrados y demás enseres.

El viaje                                                                                                        
    En la expedición van 3 oficiales, el teniente coronel Bergara y los capitanes Cordova y Solana, participantes en el éxodo desde Segovia, 23 cadetes, 7 personas integradas en la plana mayor y 6 dependientes. 
    El director del Colegio, Juan de Arriada, que cesaría en su cargo el 2 de noviembre, no va. Tampoco lo hacen el coronel Gil de Bernabé y el teniente coronel Miralles por continuar con sus funciones en la Academia Militar.           
    Resueltos los problemas de embarque en el Puerto de Cádiz, el Colegio embarca en la fragata Lucía para su nueva ubicación el día 5 de octubre de 1810, a los 6 meses y 12 días desde que se dispuso su apertura en esa isla. No obstante, no se hace a la mar hasta el día 11 a causa de un gran temporal. 
    Hace escala en el puerto en Alicante y el día 31, cerca de las Islas Baleares otro fuerte temporal le obliga a una arribada forzosa al puerto de Palma de Mallorca, donde el Colegio guarda una cuarentena de doce días.
     En este tiempo le llegan noticias de Menorca, de haberse desatado una epidemia de viruela y de haber producido alborotos algunos civiles, ante la noticia de que se estaba preparando una movilización. El Colegio desembarca y se aloja en el convento de Nuestra Señora de Montesión.
    En Palma se incorpora a él una segunda expedición, formada por el cirujano Miguel Coll, el maestro de armas y 13 cadetes.
    El Colegio es retenido en esta ciudad dos meses y dieciséis días por falta de barcos para la travesía hasta Menorca y por las gestiones de la ciudad para conservarlo.
    Por fin, el 16 de enero de 1811 el Colegio comienza la travesía en un barco particular fletado por la Real Hacienda y después de una dura navegación, mucho más larga de lo habitual a causa del mal estado del mar, desembarca en el puerto de Mahón.



    Instalación del Colegio en Mahón                                                 
    El 29 de enero de 1811 queda instalado el Colegio en el cuartel de Cala Corp, en Es Castell de Villacarlos a media legua de Mahón. El 2 de febrero comienza las clases, bajo la dirección del teniente coronel Bergara, hasta el 4 de abril, que se incorpora su titular, el brigadier Joaquín Ruiz de Porras.
     El 18 de marzo, al no disponer la Marina de los instrumentos topográficos solicitados, se gestiona su adquisición al Gobierno Británico.
    El Colegio comienza la nueva andadura realizando un gran esfuerzo profesores y alumnos, intentando recuperar el tiempo perdido, a pesar de las dificultades en los suministros, el mal estado de las dependencias y las condiciones de vida en la isla.
    La penuria económica es tal que, en diversas ocasiones, se ve en la necesidad de solicitar  auxilio a la autoridad de la isla y a algunos caballeros particulares.
    A pesar de las dificultades en las condiciones de vida, los cadetes no sufren grandes privaciones, aunque tienen que adaptarse a las circunstancias, como en una ocasión que estuvieron comiendo tan sólo potaje y bacalao durante toda una semana.
    El brigadier Ruiz de Porras cesa en la dirección del Colegio el día 3 de abril de 1812 y el 15 le sustituye el coronel Ignacio Muñoz de San Clemente.              
    El 24 de junio sale la 1ª  promoción de Mahón, con 15 subtenientes y a principios de noviembre el Real Colegio clausura las clases en Cala Corp, dando comienzo los preparativos para su traslado a Mallorca.

    4ª ETAPA: MAHÓN – MALLORCA             

    Antecedentes                                                                                
    Una vez decidida la instalación del Real Colegio en las Islas Baleares, aunque desde el principio se opta por Menorca, no se abandonan las gestiones para hacerlo en Mallorca, por reunir mejores condiciones, lo cual tienen lugar en tres fases.      
    1ª Fase. Se nombra una comisión, compuesta por el Comandante General de Artillería de las islas, mariscal de campo Montes Salazar, como subinspector del mismo, el coronel Ruiz de Porras, como director de estudios y el teniente coronel Elgueta.
    La elección no es fácil y, por su utilidad desde el punto de vista militar, se opta por Palma, con un buen puerto, parque de artillería, maestranza y fundición de cañones y municiones, que facilitarían la vida, el estudio y las prácticas de los cadetes.


    El 6 de febrero de 1811, tan sólo a los cuatro días de la llegada del Real Colegio a Menorca, el Consejo de Regencia dispone que se traslade a Palma. Estudiados los edificios apropiados, entre otros el Castillo de Bellver, la elección recae en el colegio de Montesión y en el edificio contiguo del Seminario.
    Las decisiones son lentas y hasta el 8 de mayo el capitán general de Baleares no ordena el desalojo de los edificios para el Colegio. Las autoridades de la isla, superpoblada y convertida prácticamente en un cuartel, ocupando las tropas conventos, instituciones y casas particulares, se resisten a su instalación en Montesión al ser la sede de importantes instituciones.
    Los deseos de las autoridades de la Isla y del alcalde de Palma no coinciden, pero las necesidades de la guerra terminan dando satisfacción al primer edil de Palma.

    El viaje                                                                                  
    2ª Fase. El 12 de junio de 1811, a los cuatro meses y diez días de haberse instalado el Colegio en Mahón, llega a Palma la fragata La Prueba, con la segunda expedición, compuesta por el teniente coronel Joaquín de Góngora, 15 cadetes y el maestro de baile Segismundo Morey.
    Quedan alojados en dependencias del Cuartel Nuevo, dedicado a fábrica de artillería y municiones. El resto permanece en Menorca ante la resistencia de la Universidad Literaria y de la Sociedad Económica de Amigos del País en dejar el Colegio de Montesión.
    Palma celebra el advenimiento de la Constitución de Cádiz y dan comienzo las primeras reformas administrativas. Coupigny, decidido a que se cumpliera la orden de desalojo de Montesión, el 7 de mayo de 1812 conmina a sus ocupantes a realizar la entrega en el plazo de siete días.
    3ª Fase. Por fin, en el mes de agosto, ya finalizadas las obras de ampliación y acondicionamiento de Montesión, comienzan los preparativos para el traslado del resto del Real Colegio a Palma. La tercera, y última expedición, llega el 5 de noviembre a bordo de la fragata inglesa Brunnet con 4 profesores y 44 cadetes, después de un año y siete meses de su permanencia en Mahón.                                                        

Instalación del Colegio en Mallorca                                            
El Colegio de Artillería comienza las clases en Mallorca el 25 de noviembre de 1812, después de ocho días de obligado lazareto y doce más para su organización, bajo la dirección del brigadier Ruiz de Porras.    

                                                        
    El coronel Gil de Bernabé, en la Isla de León al frente de la Escuela Militar del 4º Ejército, ya no tendría que incorporarse, pues fallecía en la madrugada del 23 de agosto de 1812, a los 46 años de edad, a resultas de un extremo agotamiento por su intenso trabajo. En la Isla de León continúa su viuda, embarazada del noveno hijo, con siete vástagos, uno de ellos, José, cadete en la Escuela Militar fundada por su padre.                                 
    El Colegio en Mallorca queda sometido a una rigurosa disciplina, por cuyo motivo muchos cadetes son expulsados. Asimismo, dada la penosa situación de las Arcas Reales, se aplican severas medidas de austeridad; se clausuran las salidas al campo, se suprime el vino en las comidas, se simplifica el uniforme y las dependencias se amueblan con sencillez, aunque con el debido decoro.
    Por iniciativa del director general del Cuerpo se contratan eminentes profesores civiles para la enseñanza científica y en él se restablece el laboratorio de Química con el material procedente de Segovia.
    Al ilustre químico y farmacéutico Francisco Carbonell, se le ofrecen las instalaciones para montar su laboratorio y colección mineralógica. Se reanudan las clases de Química y, como las de matemáticas son públicas, permitiéndose la asistencia de "personas decentes" de la ciudad, por ser el único centro donde se enseñan estas materias.
    En marzo de 1813 el Colegio recibe 65 cajones con la mayor parte de los libros de la biblioteca del Alcázar y algunos instrumentos rescatados por el capitán Lóriga del Museo de Artillería, depositados allí por los franceses, aprovechando la evacuación de Madrid, después de su derrota en la batalla de Arapiles.
    Para mantener la salud de los cadetes y, a la vez, sirviera para el ramo de instrucción, en diciembre se establece una escuela de natación, enseñanza avanzada para su tiempo.
    A pesar de las graves dificultades ocasionadas por la guerra, el Colegio tiene una época de esplendor en los dos años de estancia en Mallorca. Permite el ingreso de algunos oficiales graduados de Infantería y  completa el cupo de cadetes con hijos de la flor y nata de la sociedad isleña y otros procedentes de diversos lugares de la Península.

    5ª ETAPA: MALLORCA - SEGOVIA                                                        
    Antecedentes                                                                        
    Expulsado de la Península el ejército invasor, se dispone que el Colegio de Artillería se reintegre a su ciudad natal, una vez terminado el curso en Palma, y su Jefe de Estudios, Munárriz,  recibe orden de preparar la vuelta del Colegio.
    Comienza el acondicionamiento de su antigua sede y de la Casa de la Química y su biblioteca se enriquece con los libros existentes en el palacio del marqués de Almenara, huido con el enemigo de la Nación.
    El 25 de julio termina los estudios la 5ª y última promoción de Montesión.  Es de reseñar que los cadetes aventajados podían adelantar curso. Por eso, el Real Colegio, en su corta vida en Palma formó a cinco promociones, saliendo 47 subtenientes y unos 60 alumnos que continuaron su carrera en Segovia. A continuación dan comienzo los preparativos para la vuelta del Colegio a su ciudad natal.  

  
    El viaje                                                                                           
    La 1ª división del Colegio embarca en el Puerto de Palma en la goleta Elisa el 5 de octubre de 1814. El día 6 se hace a la vela, destacando durante la travesía el exquisito comportamiento del comandante del barco y de su tripulación con los integrantes de la expedición, que sufrieron grandes incomodidades por la estrechez del buque y el mal tiempo reinante.
    El 12 llega a Alicante, desde donde marchan en carruajes de los batallones de tren directamente a Segovia.
    La 2º división del Colegio comienza el embarque de efectos y equipajes el día 10 en la fragata Sabina. El 13 ya está todo a bordo, incluso los individuos y sus familiares, quedando en la rada de Palma el día 14 por haberse levantado viento en contra. Zarpa el día 15.
    El comandante de la fragata consigue transportar todo de una sola vez, aún a costa de la mínima comodidad de los pasajeros y con la consiguiente ventaja para el Real Servicio de poder hacer con anticipación el viaje por tierra en estación tan adelantada.
    El día 19 llega a Alicante y, una vez habilitados los carros para su traslado, parten para Segovia profesores y cadetes en dos columnas, transportando sus equipajes en carruajes del batallón de tren. Los 52 familiares y personal de servicios marchan en trasportes civiles y los efectos y mobiliario son enviados posteriormente en cuatro columnas.
    La 1ª división, al mando del brigadier Ruiz de Porras, con 7 supernumerarios, 2 pretendientes y 6 artilleros distinguidos, llegada al puerto de Alicante. Seguidamente parte para Segovia, excepto el director, al mando del al mando del capitán Valera.  Llega a Segovia sobre el 10 de noviembre.
    Desde el mismo día que partió la 1ª división el Capitán 2º de la Compañía de Caballeros Cadetes, don Josef López, con el habilitado, comenzó intensas gestiones para conseguir los recursos para el viaje del resto del Colegio.
    La 2ª división, con 215 personas: 17 jefes, oficiales, médico y capellán, 122 cadetes de número, 3 tambores, 21 dependientes y 52 familiares y personal de servicio.
    La 1ª columna parte de Alicante, al mando del capitán 1º de la Compañía, brigadier Ruiz de Porras, el 29 de octubre, con 15 carros y 4 furgones con 82 mulas de tiro y 7 acémilas, llegando a Segovia el día 25 de noviembre;
    La 2ª columna, al mando del capitán 2º de la misma, don Josef López, sale el 1 de noviembre con 18 carros y 3 furgones con 106 mulas de tiro y 7 acémilas, llegando a Segovia el día 28.
    Los 52 familiares y personal de servicios, parten en transportes civiles y sus efectos y mobiliario son enviados posteriormente en cuatro columnas que salen los días 21 y 31 de diciembre y 3 y 9 de enero, con un peso total de 35 toneladas. Los gastos de este traslado ascendieron a 22.566 reales y 16 maravedíes.


    Restablecimiento del Colegio en Segovia                                    
    El 1 de diciembre de 1814 el Real Colegio de Artillería restablece las clases en su casa solariega del Alcázar de Segovia, justo a los seis años de su salida de la ciudad, asumiendo  su dirección el brigadier Ruiz de Porras.
     Uno de los cadetes pertenecientes a la primera promoción de su nueva andadura es José Gil de Bernabé Ramos, a quien se le concede plaza y equipamiento a cargo del Real Erario en atención a los méritos y circunstancias contraídos por su padre, el coronel Gil de Bernabé.
    El colegio artillero, que tanto había brillado antes de la invasión francesa, comienza una oscura etapa, tanto por el estado de las instalaciones como por la situación económica y la necesidad de medios de enseñanza actualizados.
    No obstante, profesores y cadetes se sobreponen para devolverle su esplendor y consiguen hacer realidad sus sueños compaginando las horas de clase e instrucción con las de redacción de nuevos textos de enseñanza y la reconstrucción del Centro.
    El Colegio precisa muchas obras de reforma, pues el invasor al abandonarlo lo dejó en un deplorable estado después de haberlo dedicado a depósito de prisioneros. También necesita ampliar sus dependencias, ya que ahora cuenta con 150 cadetes de los 100 del pasado. Por otro lado, la penuria económica era tal, al no recibirse las consignaciones de Hacienda, que en 1816 llegó a adeudar casi 200.000 reales.
En agosto de ese año estuvo a punto de suprimir el estudio por falta de alumbrado y el 15 de octubre, de no haber sido por la remesa de 20.000 reales enviada por el director general del Cuerpo, habría tenido que cerrar.                                             
    A pesar de ello, el socorro solamente sirvió para dilatar tan dramática medida hasta el día 25. Afortunadamente, a los pocos meses se normaliza la situación económica y pueden realizarse las obras previstas, otras de restauración y embellecimiento y explanación de la plazuela delantera, que sería cerrada con una artística verja. El Colegio vuelve a reanudar las clases, quedando, incluso, en mejores condiciones que tenía en 1808.
    El director general del cuerpo, decidido a restituir el Colegio a su antiguo estado y esplendor y encontrando una absoluta falta de ejemplares del Tratado de Artillería, ordena la preparación de otro, ya que los franceses se habían apoderado de los pocos que quedaban de la primera edición, con otros objetos, que la precipitación y falta de medios de transporte hizo abandonar en Segovia.
    Como la obra de Morla había conseguido un gran prestigio, tanto en España como en el extranjero, por reunir con el mayor acierto en un único cuerpo de doctrina todos los conocimientos y adelantos de la Artillería de aquel tiempo, el Colegio decide hacer una segunda edición.
    El trabajo se centra en la corrección y mejora de los artículos que más lo precisan y sobre todo los relativos a pólvoras y a la fundición de bronce, por los recientes descubrimientos de la química. Con esta perspectiva Morla acomete la nueva edición de su Tratado, que vería la luz en 1816.      
    Así mismo, el director general de Artillería, consciente de la importancia de la enseñanza de la Química para los artilleros, ordena el restablecimiento de su Laboratorio y las clases, pero esto tardaría más tiempo en ver la luz.
    Al fin, las clases en la Casa de la Química se inauguran oficialmente el 15 de mayo de 1821, bajo la dirección del oficial de Artillería César González, fundidor de artillería en Sevilla, y vuelve a ofrecerse la enseñanza de esta ciencia al público en general, asistiendo a las clases cadetes, oficiales de artillería y civiles interesados.
    De esta forma, después de la Guerra de la Independencia, el Real Colegio de Artillería recobra el ritmo que le caracterizaba, gracias al esfuerzo de sus profesores y alumnos y al interés del director general del Cuerpo y, a pesar de la precariedad económica sufrida por todas las instituciones, consigue con escasos recursos, pero con mucho ingenio y en poco tiempo, seguir promoviendo oficiales de esmerada formación científico-militar, que serían admirados en toda Europa.
    Asimismo, vuelve a ganar prestigio, asumiendo en gran parte el desarrollo científico que acarreó la Ilustración, al seguir formando militares ingenieros industriales, cuando esta facultad no existía oficialmente en España. De hecho, el Cuerpo de Ingenieros Industriales se crearía a mediados del siglo XIX de la mano del general de artillería don Francisco de Luxán, a la sazón Ministro de Fomento.


CONCLUSIÓN                                                                             
                                         
1º. El éxodo del Real Colegio de Artillería en la Guerra de la Independencia se produce como consecuencia de la filosofía del Centro, sintetizada en la máxima artillera, acuñada por su fundador, el Conde de Gazola: “La ciencia vence”.
    En 1808, el Colegio se propuso no cerrar sus aulas, a pesar de los avatares de la contienda, para poder seguir formando oficiales de armas y de ciencia, que puestos al frente de sus tropas en los ejércitos nacionales las llevaran a la victoria.                     
    De sus aulas en el Alcázar de Segovia, salieron:
-          Los capitanes Daoíz y Velarde, que darían su vida con motivo del levantamiento popular del día 2 de mayo de 1808 en Madrid.
-          El general Morla que, siendo Gobernador Militar de Cádiz, consiguió la primera victoria contra los franceses, derrotando a la escuadra del Almirante Rosilly el 14 de junio de 1808 con su magistral despliegue artillero de la bahía gaditana.
-          El general Maturana, que con su nuevo tipo de artillería volante, contribuyó decisivamente a la victoria en la Batalla de Bailén el 19 de julio de 1808.      
                   
2º. Antes de comenzar el éxodo:
    Al teniente coronel Gil de Bernabé se debe la redacción de una Proclama contra los franceses, consiguiendo levantar en armas a toda la provincia de Segovia y movilizar a más de 60.000 mozos en menos de un mes.

3º. Durante el éxodo:
-          El teniente coronel, siendo profesor del Real Colegio en Sevilla, une su proyecto de formar oficiales con el de la Universidad de Toledo, que había creado un Batallón de Voluntarios de Honor con sus escolares. El resultado consolida en una Academia Militar, bajo su dirección, inaugurada el 14 de diciembre de 1809, que a finales de 1810 ya había promovido a 647 alumnos de Infantería y Caballería a subtenientes.
-          El coronel Gil de Bernabé también restablece y dirige su Academia Militar en La Isla de León, da continuidad en ella a las clases del Real Colegio, donde llegaría a promover a 69 oficiales del Arma. Y organiza un segundo curso de preparación para el ingreso en los Cuerpos de Artillería e Ingenieros.
-          De las aulas del Colegio artillero en Sevilla, Cádiz, Mahón y Palma de Mallorca, salieron 145 oficiales, que se incorporaron a los ejércitos de operaciones para contribuir a la liberación de la Patria.
-          La infatigable voluntad de los artilleros por mantener su Colegio abierto para no interrumpir el aprendizaje de los cadetes, como lo demandaba la situación bélica, fue toda una proeza digna del mayor reconocimiento. A lo largo de esas jornadas tuvieron lugar las etapas más heroicas y dramáticas de su historia, vividas por sus profesores, alumnos y dependientes en busca de una población segura, alejándose de los franceses, para continuar la docencia.
-          La familia del coronel Gil de Bernabé, la única que siguió al Colegio, también pasó muchas jornadas heroicas y dramáticas, con seis hijos, uno enfermo de sarampión mal curado y otro de pecho en el viaje de Segovia a Sevilla y con otro hijo más recién nacido en el de Sevilla a la Isla de León.

4º. Con motivo del éxodo, al Cuerpo de Artillería le cabe el honor:
-          De que uno de sus miembros fuera el creador de la primera Academia Militar de tipo general y además, con la Universidad de Toledo,  el precursor de la Milicia Universitaria y, por tanto, de los Militares de Complemento.
-          De que su Colegio no cerrara las puertas durante la Guerra de la Independencia, a pesar del largo éxodo de jornadas heroicas sufrido, recorriendo la Patria de un extremo a otro para establecerse en una ciudad segura, que le tendría fuera de su Segovia natal durante seis años.

5º.  En suma, el Colegio de Artillería, excepcional centro docente de la España Ilustrada antes de la Guerra de la Independencia, también lo fue durante la contienda, ya que, a pesar de la ruptura creada en todas las instituciones, el tesón y la valía de sus profesores permitió dar continuidad a sus actividades, manteniendo su alto nivel de estudios y promoviendo a un muchos de oficiales útiles para el servicio.


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